jueves, 10 de junio de 2010

Un domingo popular y de memoria.


El Olimpo, centro clandestino de detención durante la última dictadura militar, fue escenario de una jornada en la que se cruzaron música, telares y murales. Agencia NAN tejió la crónica del encuentro cultural con un recorrido por un edificio que lleva las huellas del dolor y de la impunidad y los testimonios de quienes sostienen el espacio, pese a las limitaciones presupuestarias y el desdén del Estado.

“La memoria estalla hasta vencer
a los pueblos que la aplastan
y que no la dejan ser
libre como el viento.”
León Gieco, “La Memoria”

Por Adrián Pérez
Fotografías de Mariano Iñiguez (2) y gentileza de Lucía Baragli (1)

Buenos Aires, junio 8 (Agencia NAN-2010).- Mientras el sol de un junio futbolero atraviesa las claraboyas de los techos del extenso playón de Ramón Falcón y Olivera, en la Ciudad de Buenos Aires, tres pibes cuya suma de edades no supera los quince años (todos emponchados con la camiseta de la Selección) juegan en una de las cinco naves que funcionó como Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio (CCDTyE) durante la última dictadura militar. El Olimpo, que abrió sus puertas a los vecinos del barrio de Floresta el 25 de noviembre de 2005, perteneció a la División Automotores de la Policía Federal entre el 16 de agosto de 1978 y los últimos días de enero de 1979, tiempo en el que desplegó una verdadera industria del exterminio. Por este espacio que hoy se conserva para mantener viva la memoria pasaron 500 argentinos, chilenos y uruguayos que fueron secuestrados, torturados y desaparecidos.

Allí se organizó el domingo último una jornada de arte y cultura popular bajo la consigna “Un mundo donde quepan muchos mundos”, inaugurada por el folklore de Yerba, Palo & Galleta, que luego se fusionó sin transiciones con el rock latino de La Chunfala y La Mekia y con el desenfreno murguero de Los Descarrilados de Parque Avellaneda. Fue un encuentro multidisciplinario, ya que se realizaron un taller de telar y un mural. Organizado por la Mesa de Trabajo y Consenso del ex CCDTyE El Olimpo, sirvió también para reflotar un reclamo al jefe de gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri, por “vetar una partida votada y aprobada en la Legislatura porteña en el presupuesto anual de 2008 y 2009” para desarrollar un proyecto de obra con vistas “a la recuperación edilicia, la generación de un espacio con capacidad de albergar un auditorio y salas para los diferentes talleres que allí se dictan”; iniciativa de un arquitecto que permaneció detenido en el CCDTyE de Floresta.

Declarado Sitio Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, el predio se encuentra bajo la órbita del Instituto Espacio para la Memoria. Silvina Manguia, del Área de Recuperación de ex Centros Clandestinos del Instituto, explica que con las restricciones presupuestarias para la ejecución de esas obras “el actual gobierno está vulnerando la autonomía del Instituto”. La difícil situación económica se traslada a los trabajadores que allí desarrollan sus tareas. Sobre la Biblioteca Carlos Fuentealba --que funciona dentro del ex CCDTyE--, una bandera reclama “¡Aumento ya! No al vaciamiento del Estado” y envía un mensaje dirigido al edificio de Avenida de Mayo 525: “Macri, ¿se puede vivir con 1600 pesos?”. Ricardo Maggio, psicólogo social, trabaja con la socióloga María Eugenia Mendizábal en el Proyecto de Recuperación de la Memoria Histórica sobre el ex CCDTyE Olimpo. Ambos sostienen que el trabajo cotidiano se fortalece con la participación de los vecinos del barrio y remarcan que todas las organizaciones que participaron del encuentro fueron articulando con los organismos de Derechos Humanos, “aunque una cosa es articular un evento y otra muy distinta es sostener un espacio”.

Junto a Maggio, Agencia NAN inicia una recorrida por el “Pozo”, lugar adonde los detenidos eran confinados. Con precisión milimétrica, el psicólogo señala dos secciones de celdas sobre una maqueta. Por un lado, estaba el sector de “Incomunicados”, que contaba con cinco celdas y una sala de tortura a la que los represores llamaron “quirófano”, donde se picaneaba a los detenidos durante los interrogatorios. “Población” era el espacio donde se concentraban los detenidos, con cuatro hileras de celdas cada una separada entre sí por pasillos. El frío y la humedad de las habitaciones forman un ambiente pesado, denso, que se respira en el aire. A medida que avanza sobre el relato de cómo se suprimían las identidades de los detenidos, el psicólogo social comenta que se llamó Olimpo porque los torturadores y grupos de tareas “se consideraban a sí mismos como dioses, dueños de la vida y de la muerte”. “La impunidad del genocidio en este país está dada por estos tres centímetros de alquitrán”, señala el hombre sobre una capa de cemento. Luego de la visita realizada en 1984 por la Conadep, los represores intentaron tapar las huellas que indicaban que allí había funcionado un centro clandestino.
“Somos trabajadores precarizados que ganamos 1600 pesos por mes –remarca Maggio--. Todo lo que se hace es por un compromiso con el lugar, por el valor simbólico de saber que los compañeros ya no están más con las fuerzas represoras, sino que están con nosotros, que los cuidamos”. La resistencia que se hace carne en la voz de Maggio se materializa fuera del “Pozo” con chacareras que le abren paso al son cubano desde el reproductor musical. El abrazo latinoamericano se estrecha, finalmente, en la percusión y danzas afrocubanas de Bumracatá, mientras la parrilla ubicada sobre Olivera invita a los asistentes con hamburguesas, choripanes y gaseosas. Más pibes y pibas se acercan junto a sus padres treintañeros para participar de un domingo popular y de memoria.

Afuera del inmenso garaje se escucha el retumbar de bombos y platillos anunciando que la murga con sus estandartes, críticas y personajes está cada vez más cerca. Sobre un extenso paredón, Paola, Yanina, Carla, Valeria, Vanina y Lorena (graduadas y docentes de las Escuelas de Bellas Artes Pueyrredón y Belgrano) forman un colectivo de manos y pinceles que parecen moverse al compás del ritmo que marcan Los Descarrilados de Parque Avellaneda. Con colores cálidos, el mural trabaja la mirada del Otro Bicentenario y rescata fotografías de pueblos originarios. Una clase abierta de telar encuentra a quince mujeres tejiendo mantas para donarlas al Servicio de Neonatología del Hospital de Morón. Silvia es vecina de Floresta y fue hilando tantos años en esto del tejido, como en su amor por los más necesitados y su defensa de los derechos humanos durante los ’70. En los barrios conoció a su compañero, Juan Carlos Martínez, militante de base que trabajaba en la Villa 20 de Lugano y que desapareció el 19 de agosto de 1976, diez días antes de que naciera la hija de la pareja. La mujer reconoce que llegó con la propuesta del taller de telar “para generar un vínculo entre la comunidad y El Olimpo” donde trabaja hace casi poco más de tres años. “Trabajar con la solidaridad del que aprende y lo transmite es un poco como volver a reconstruir esa solidaridad que se ha perdido, es comprender que hay un otro y no sólo un yo”, señala la mujer. Aclara, también, que nadie paga un peso por las clases. “Ayudar al que menos tiene es una verdadera actitud militante que debemos recuperar.”

No bien Silvia termina la frase, Los Descarrilados de Parque Avellaneda comienzan su performance como si hubieran estado esperando que terminara de regalar su testimonio. Encabezada por una runfla de chiquilines y chiquilinas vestidos de verde, amarillo y rojo, la murga marca su entrada y copa con sus estandartes y bombos el predio del ex centro clandestino, regalándole alegría y color a un espacio que había sido dominado hace 32 años por el peor de los terrorismos: el que proviene del Estado. Antes de darle paso a la crítica, uno de los murgueros recuerda una y otra vez desde el escenario que “a los maestros y profesores no se les pega, mucho menos se los reprime o asesina. Este es nuestro pequeño homenaje al maestro Carlos Fuentealba”. El cálido sol de junio ha quedado atrás pero la noche se ilumina con treinta mil y tantas estrellas que encienden la jornada. Entonces, los lápices siguen escribiendo la historia que ellos y ellas soñaron.

Talleres y visitas:
talleresyvisitasolimpo@yahoo.com.ar ó 4674-6471.
Instituto Espacio para la Memoria:
http://institutomemoria.org.ar/
Tejiendo más historias:
http://tejiendomashistorias.blogspot.com/
Los Descarrilados:
http://parqueavellaneda.org.ar/murga.htm

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